jueves, 10 de febrero de 2011

Índice

La maestra me pidió que subiera esto:
Índice:
*Proyecto (En mi caso, los videojuegos)
*Gestión sustentable: en equipo.
*Resúmenes del libro.
*Procesos técnicos.

martes, 8 de febrero de 2011

Conclución *o*

Es un tema complicado. Se tubieron que realizar bastantes investigaciones, e igualmente, opiniones de algunas personas etc.
Son una buena forma de entretenimiento preferida por muchos, y según los expertos los videojuegos desarrollan la creatividad de los chicos, osease que jugar no es del todo malo; pero se puede jugar moderadamente o se descuidaran los deberes y eso sera malo,  también hay que tener cuidado con los juegos de los jovenes, ya que estos están clasificados de acuerdo a sus edades.
Si bien, en este ámbito la tecnología nos ha servido como un medio de entretenimiento y un vicio para algunos.
 

jueves, 3 de febrero de 2011

My dear Killer (Segunda parte)

Cuando eran las… no, no me fijé que hora era, solo noté que ya pasaba del medio día, pues el sol tenía esa peculiaridad de dar luz mas fuerte a esa hora. Me revolví entre mis cobijas y me decepcioné. Mi cama estaba totalmente vacía. Hacía frío. ¿Había sido solo un sueño?
Me sentí dolido; pensar que aquella misteriosa mujer había sido solo un sueño, me decepcionaba, y me hacía sentir tonto, porque, después de todo no sabía ni siquiera su nombre. Me levante desanimado, fui al baño y decidí ir por jugo, hoy era navidad, en realidad desde hace horas, también ya tenía la mayoría de edad.
-¡Al fin despertaste! - ¿Ah? Me giré en busca de la voz, y por sorpresa, encontré a la chica haciendo el desayuno, traía simplemente un camisón mío, eso resaltaba su belleza.
-Bueno días… - saludé.
-Son tardes, son las tres de la tarde… dormimos mucho – soltó una pequeña risa, la cual me pareció encantadora. – Come – dijo poniendo la fruta picada enfrente de mí. Me limite a comer, y observar cada uno de sus movimientos; cuando habíamos terminado de comer (hot cakes) decidí preguntarle su nombre.
-¿Enserio deseas saberlo?
-Sí.
-¿Para qué quieres conocerlo?
-Supongo que para llamarte de alguna forma.
-Amanda.
-¿Qué edad tienes? – pregunté sin medir tiempo.
-Diecisiete años.
Era… más joven.

Cada día que pasaba con Amanda era fabuloso. Sabía cómo disfrutar de la vida, sabia como hacer reír a cada momento, simplemente, se podría decir que; iluminó mi corazón.
Más que eso, ahora estaba completamente seguro de algo. Algo que negué por semanas, de hecho lo negué todo el año que había pasado. Pero ya no más. Al día siguiente sería mi cumpleaños numero veintidós, Amanda había cumplido sus dieciocho en abril. Ya no podía evitar mi realidad.
Me había enamorado de un asesino.
Ahora si podía juzgar, la amaba, con locura y desesperación, cosa que jamás había sentido en mi vida, fue un año de experiencias nuevas. Cuando ella se frustraba por no poder hacer más justicia por su mano, la consolaba, la abrazaba hasta que de tanto llorar, se quedaba dormida en mis brazos; cuando sonreía para mí, me sentía completo, me sentía con vida y ánimos para todo lo que sucediera; cuando me abrazaba, sentía que me amaba, quizá estoy loco, pero sentía todo su amor para mí, para nadie más; cuando asesinaba a alguien, corría a mí desesperadamente, y hacia que la cargara hacia mi casa (siempre la acompañaba para cuando haría “justicia”), ella vivía ahora conmigo, yo no tenía ninguna objeción, estaba solo y necesitaba compañía, ella estaba en las miasmas condiciones que yo. Era dulce, tierna y cálida. Incluso llegó a sentirse mal por sus víctimas, cosa que me hacia gracia, pues de cualquier forma terminaba matándolos; yo me había convertido en su cómplice, en ese que sabe todo, pero no dice nada.
Amaba a Amanda tal y como era; me llegué a sentir enfermo por enamorarme de alguien así.
Pero ya no podía hacer nada, yo no le prohibía nada, intente convencerla de que no asesinara más gente, pero no lo logre. Claro, era su vida, y yo tenía la mía, aunque, al fin y al cabo, nos habíamos vuelto los mejores amigos. Amanda me había impulsado, y ahora era un escritor, quizá principiante, pero ya tenía dos libros, los dos eran: “Mis vivencias con Amanda”. Relatando falsos romances entre ella y yo, todas las muertes, cada una de ella, las recuerdo a la perfección, y ahora más que trauma, compartía ese deseo de quitar a las personas malas del mundo, me volvía demente.
Era muy despistada (eso también lo amaba), siempre dejaba todo lleno de sangre, su ropa, el lugar… yo me encargaba de limpiar sus prendas, para que cuando fuera a su trabajo, nadie notara nada. También amaba aquella inteligencia que poseía, nadie puede ser un detective a tan temprana edad… yo la admiraba.
Ese día había amanecido nevado. Abrí mi ventana y el golpe de frío choco en mi cara; Amanda había salido a hacer unas compras muy temprano, me pidió que no la acompañara, se notaba en la calle que estábamos en vísperas de navidad. Afuera se podía apreciar a los niños de la comunidad jugando con bolas de nieve, las casas adornadas, y unos que otros murmullos de villancicos. Sonreí y seguí mirando por la ventana.
-¡Regresé! – escuché que cerraba la puerta, me fui a la recepción, para recibirla, como siempre lo hacía.
-Bienvenida. – sonreí. Siempre sonreía para ella.
-¡Fabuloso! ¡Logré escapar! – suspiró y se dejo caer en la recepción de la puerta.
-¿Otra vez haciéndolo a mis espaldas? – pregunté un poco indignado.
-Yo no diría a tus espaldas, era muy temprano, no quería que te levantaras, además si fui a comprar lo que hacía falta para navidad – me señaló las bolsas que traía en la mano – así que no hice nada malo.
-Pudiste haberme levantado, sabes que me gusta ir.
-¿Por qué?
-Terminas… algo… trastornada…
-Si ya sé. Pero no necesito que me anden cuidando, soy casi mayor de edad.
-Pues ni tanto, pareces una niña, mi niña.
-Supongo que tienes razón…
Ese tipo te comentarios ya ni siquiera nos molestaban, realmente, aunque tanto ella como yo fuéramos un poco posesivos con nosotros mismos, creo que a los dos nos gusta, damos como recibimos mucha atención, casi como hermanos. Hasta ese momento fue cuando noté que estaba llena de sangre.
-¿Fuiste a un súper mercado, así de sucia?
-No, primero fui a comprar y luego regrese a eso…
-¿Quién fue esta vez?
-El presidente… su familia… y unos cuantos guardias…
-¡¿Y cómo porque?! – pregunté alterado, eran muchas personas.
-Se suponía que solamente sería al presidente, pero… toda esa gente se me atravesó, el país necesita un mejor gobernante, el no era apto, había mucha corrupción. – confesó ligeramente.
-Bueno…- no podía discutirle ese tipo de cosas - entonces cámbiate.
Se paró de donde estaba sentada, y camino hacia nuestra habitación, me dejo las bolsas, y… solo había un montón de botana. Nada comestible, aunque no es sorpresa, ella siempre compraba ese tipo de comida, me sorprendía que no engordara, era tan bajita y tan delgada (media 1.56cm y pesaba 45 kilogramos).
¿Cómo se lo diría? “Amanda, me enamoré de ti, se me novia” ¿Algo así? No, no sonaba bien. Ella quizá me miraría extrañada y diría algo como “Yo no te quiero de esa forma, será mejor que me valla” No, tampoco podría decir eso, lleva un año viviendo conmigo, no podría irse así nada más… ¿O sí? Muchas preguntas atravesaban mi mente en ese momento “¿Cómo reaccionará?” “¿Podré besarla?” “¿Querrá besarme?” Lo cierto era que desde hace un año yo no había recibido un beso, y jamás en mis 22 años, había dado un beso pasional, en cierta forma me sentía como un chiquillo sin experiencia; pero, ¿Qué podía saber ella si era más joven que yo? Quizá estábamos en las mismas condiciones.
¡Pero si yo intentaba saber cómo declararle mi amor, no como besarla! Aunque… definitivamente no me disgustaría besarla.
-¿Qué vamos a hacer? – dijo regresando de cambiarse de ropa, se veía hermosa.
-No lo sé, trajiste solo comida chatarra – dije con ironía.
-Bueno, me refiero a que mañana es tú cumpleaños, navidad, y cumplimos un aniversario de amistad. – Por alguna razón la palabra “amistad” me dolió - ¿Tenemos que hacer algo especial no?
-¿Cómo qué? – dije mientras me sentaba en un sofá, ella se sentó a un lado de mí, nos miramos, podía ser el momento oportuno para… concentré mi mente en lo que ella me decía, no en lo que yo estaba pensando.
-Una fiesta, no lo sé.
-Va a nevar, Amanda, además yo no tengo amigos para una fiesta.
-Ni yo… - pareció reflexionarlo y luego me miró. - ¿Y si mejor damos un paseo por la noche? Hasta que sea tú cumpleaños, como hace un año… ¿Lo recuerdas?
-¿Prometes no hacer de las tuyas?
-Lo prometo – levanto su meñique – es una promesa, estaré toda la noche contigo, y dejaré a Susan – su espada, ella era de las que ponía nombres a sus cosas queridas – solo por ti.
Esas palabras resonaron en mi mente “Solo por ti”.
Toda la tarde transcurrió realmente rápido, vimos televisión, y cuando nos cansamos, ya eran las siete de la noche, decidimos entonces, empezar nuestro paseo. Salimos de mi hogar abrigados, la nieve había comenzado a caer desde en la tarde, llevábamos sombrillas.
Caminamos por horas, recorrimos parques, calles vacías, escuchábamos como en las casas estaban cantando, era muy mágico. Sujetaba con fuerza la mano de Amanda, igualmente ella me devolvía el apretón, comencé a analizar varias cosas.
Hace ya un año, perdí a Sam, me entristecí de pensar en ello. También, hace un año Jen me había dejado… lo peor es que en uno de esos días en los que Amanda se me escapaba de la casa y yo la seguía, la asesino, Jen ya estaba muerta. Otra cosa, no tenía familia y siempre por navidad era cuando tenía  más recuerdos del incendio. Hasta que Amanda no me lo dijo, no lo había sabido, ella tenía ocho años, y causó el incendio. Cuando me lo dijo me sentí tan… patético. Vivía con la asesina de mis personas queridas – excepto la muerte de mi gato – y aun así, la amaba con todo mi corazón, era absurdo, me lo repetí varias veces, pero aunque lo intentara no podía “olvidarla” como cuando dicen que “olvidarán” a su pareja y se buscarán otra, no; yo simplemente no podía hacer eso.
Supongo que en ese tipo de casos, aplicaba la frase “Nunca debes amar demasiado”, aunque para mí, ya era muy tarde, Amanda era mi todo, y sabía perfectamente que eso no era correcto, mucho menos, normal.
-Andrés. – Dijo de pronto, la miré y me sonrió – mira – señalo hacia la izquierda y entendí lo que quería decir. Era el callejón en donde la conocí.
-¿Lo recuerdas no?
-Por supuesto, fue el momento en que cambio mi vida.
-¿Sí?
-Sí. – Nos acercamos, me gustaba oír el crujir de la nieve debajo de mis botas – ahora llevo una vida mejor.
Ya. Era el momento preciso para decírselo. Tomaría las consecuencias como fuese, se lo iba a decir ya.
-Andrés…
-Amanda… - hablamos al mismo tiempo y nos sonreímos – tú primero. – ella tomó aire, y habló.
-Te amo. – Sus mejillas se colorearon de un rosa pálido – creo que es el momento oportuno para decírtelo.  – no dije nada, no me moví, no respire, no sonreí, no… no hice nada. – quita esa cara, ¿Tan impresionante es que me enamore de ti? - ¿Qué cara?, sonreí como pude, quizá hasta tontamente se vio, y bese sus manos.
-Hasta para esto estamos coordinados – pronuncié – iba a decirte exactamente lo mismo. Pero como te he contado, a veces no se me da… decirlo.
-Lo sé. – se apegó a mí, pasó sus brazos por mi cuello y dejo caer su sombrilla, ahora solo nos cubría el mío. – Pero ahora no quiero tus palabras, quiero tú amor, que es más importante. Se cuanto me amas, me doy cuenta.
Si se notaba en mí, en ella no, o quizá yo soy muy despistado. Ya no importaba, era mágicamente perfecto, otra vez, como en una película romántica.
Entonces unió sus labios con los míos.
Me sentía feliz… estaba conociendo lo que era la felicidad con otra persona, me sentía genial. Y de una o de otra forma, esto terminaría en un libro, como todo lo que hago con ella.
Se separó de mí y me miró. Fueron varios minutos.
Luego, sin decir nada, regresamos a casa. En absoluto silencio nos metimos a la cama.
Y en un breve momento, le escuché susurrar “Te amo Andrés, feliz navidad y cumpleaños”.
Yo era muy feliz. La abrasé y nos quedamos dormidos.
“El amor nunca es lo más hermoso y grato, pero una vez que se obtiene, ya no se pierde”
FIN
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Y ese sería el glorioso final(?) jiji :)

miércoles, 2 de febrero de 2011

Innovación que le haría a un videojuego! *o*

Lo que yo le agregaría a un videojuego, es poder jugarlo mentalmente, controlarlo con solo pensarlo, ¿Sería genial no? Así podrías matar zombies mentalmente(?) Ok, trabajo subido!!!
Bueno, quizá no sea la mejor dibujante... pero... de dan una idea no?, en fin...
Buenas tardes :)

Lista de los comentarios en mi blog *o*

He aquí una lista de todos los que comentaron en mi blog :)




martes, 1 de febrero de 2011

My dear Killer :)

My Dear Killer
-¿Y crees que realmente a mi me importa no? – me respondió ofendida.
-Se supone, - comencé – eres mi pareja, tienes que preocuparte ¿No crees?
-¿Sí? ¿Y desde cuando lo somos?
-¿Qué? – sus palabras comenzaban a confundirme.
-Me refiero a que desde cuando me tratas como una pareja, jamás lo haces, Andrés.
-¡Si lo hago!
-¿Cuándo? – se paró de la mecedora en la estaba sentada, retrocedí unos cuantos pasos. – Siempre, me evitas, no me dices te quiero, ¡No me das muestras de amor!
-¿Cómo quieres que te las de? – Respondí un poco enfadado – te dije, yo no soy de los chicos que se la pasan diciendo todo el día “Te amo”, te lo advertí Jennifer, y tú aceptaste, sabiendo cómo era yo, no tienes porque recriminármelo ahora.
-Si tengo porque – se acercó hasta que quedamos frente a frente,  en esos sus ojos azules, esos que tanto me gustaban desde que la conocí, podía ver toda la ira, me dolía rotundamente que la persona a la que más quería estuviera diciéndome todas esas cosas. – Dijiste “Voy a cambiar”, y para mí, no lo has hecho.
-No se puede cambiar rápidamente.
-Por favor, llevamos intentándolo seis meses, debiste progresar un poco.
-Lo siento – agache mi mirada, me sentía mal, ella tenía toda la razón. No podía negarlo.
-¿Sabes qué? Lárgate de mi casa, desaparece, no quiero volver a verte. No me importa que esté nevando afuera, solo… lárgate, jamás regreses.
Aquellas palabas que me había dedicado mi novia, me habían dolido, aunque, ahora debía decir ex novia. Sin más defensas a mi favor, salí de su cómodo hogar a la nieve.
Era increíble como había acabado tal situación. Todo había sido un completo desastre. Ese día era navidad, había ido caminado por las calles y me había enterado de algo realmente doloroso, o al menos para mí sí lo era, mi gato “Sam”, había muerto esa mañana, me causaba aun más tristeza porque era navidad, peor aún, toda mi familia murió hace 8 años en un incendio y él, era lo único que me quedaba. Pero todo me ha resultado al revés.  Yo solo buscaba un consuelo en Jen, pero ha terminado botándome.
Caminé por la calle de la casa de Jennifer, miré atrás y di vuelta hacia la izquierda, iría a mi casa.  ¿A dónde más si no era ahí?
Me daba cuenta de lo acontecido. Mi falta de expresión para el amor me era un problema, siempre lo había sido, nunca había sido capaz de decir un “Te amo” o un “Te quiero”. Extrañamente, siempre que tenía una pareja sucedía exactamente lo mismo. Jamás podía decirle lo importante que era para mí, y siempre me dejaban, era muy triste. Me sentía muy rechazado, y claro, el comentario de las vecinas que había tenido que soportar no era nada… animoso. Siempre mascullaban cosas como “Andrés es tan guapo, lástima que es tan serio” “Jamás se conseguirá un novia” “Las ha tenido, pero no las ha cuidado” o la más trágica, o al menos para mí “Jamás encontrar a alguien que lo quiera de la forma en la que es”. Y quizá era cierto. Y no era de esos muchachos que a sus 21 años andan desesperados por casarse (acababa de cumplir mis 21, exactamente ese día), no, pero lo que si deseaba era poder enamorarme aunque fuera una vez. Nunca me había gustado mentir, pero todas mis parejas anteriores, solo… me gustaban, atraían, todo, menos amor verdadero. Pero siento sinceros, ¿Cómo podía opinar yo, en ese entonces, lo que era el amor verdadero? Un joven sin experiencia, sin un amor nunca antes vivido, es claro que no puede aclarar eso. El punto era que jamás había sentido mucho cariño por mis parejas, tanto así que las trataba como amigas, nada más.
Eso, al parecer las irritaba, y ahora me arrepiento.
Soy… una persona seria, que casi no le gusta expresar lo que siente, ¿Por qué? La solución es simple. Soy temeroso a que digan algo como “Que bobo”, e incluso eso ya casi no importaba, el problema, es que cuando lo decía, mi mente lo decía “Qué estúpido”. Así que yo mismo me contradecía. Soy de una estatura media, mido 1.68, ni muy alto ni muy bajo, el 25 de diciembre es mi cumpleaños, en esa ocasión, alcanzaba mi mayoría de edad. Mi cabello era rubio, pero ese día, como “símbolo de madurez”, me lo había teñido de color negro, todos decían “se ve bien, resalta tus ojos esmeralda” debo admitir que sus comentarios me subieron un poco el ego. Vivía solo en un departamento de mi ciudad natal, estaba lejos de la casa de Jen, pero en esos días festivos nunca hay transporte público, o al menos no aquí. De esta forma me hallaba yo caminando hacia mi casa entre la tormenta de nieve.
Me sentía terriblemente mal. De lo que se dice demasiado mal. Quizá la referencia, muerto, o zombie, igualaban el estado de ánimo que tenía en ese momento. Ese día mi corazón se hizo añicos. Mi único acompañante murió y la persona “especial” que tenía, me había dejado. Cuando me lo repetía y lo analizaba en mi mente, sonaba demasiado cruel, tanto que no pude evitar que mi llanto comenzara. Nunca había sido una persona fuerte, era un chico con una estabilidad mental realmente mala, así como un día me podían tener alegre, luego podía estar como ahora. Pero, mi mente decía una y otra vez en cada cambio de humor “Se tiene que ser cortés, aunque no te sientas bien”. Y así era, aunque me sintiera muy deprimido, jamás mostraba mala cara, ni una llorosa, ni una enojada. La misma cara neutral siempre. Nadie me había visto llorar desde que tenía doce años.
El frío comenzaba a entumirme, mi cara me dolía, y mi llanto no paraba. Era un desastre. Pareciera que el universo estaba en mí contra ese cumpleaños mío. Mi abrigo negro y mis pantalones térmicos, no estaban sirviendo de nada, me sentía como su fuese desnudo.
Escuchaba mi corazón latir, en ese momento rogaba porque se detuviera, ya no quería pertenecer a el mundo al que jamás me había adaptado, era un momento en que todo lo que me había guardado salía en ese momento, recordaba cuando mis padres gritaban mi nombre en el momento del incendio, o cuando vi esta mañana a Sam muerto, como me grito mi ex novia, o cuando dijeron que jamás llegaría a ser escritor porque no tenía talento. Cosas que habían destrozado muchos sueños y esperanzas que yo albergaba para cuando fuera más grande. Y ahora lo era ¿Y que había hecho de todo? Nada, solo arruinarlo más. Daba igual si moría o no. No tenia familia, así que no tendría a nadie que preocupar, mi novia me había dejado, así que no me preocuparía por dejarla sola, y tampoco podía preocuparme por ya no poder alimentar a Sam, así que, ahora sí, si quería morir, en cualquier momento estaba bien. Me había cansado de caminar, y el razonamiento que había tenido, me ilumino. Vi un parque cercano y me fui a sentar a una banca. Observé nevar un buen rato. ¿Por qué no moría? Me desesperaba no poder perder conciencia rápidamente.
-¡No! ¡Por favor no! – una chica rubia, realmente bonita (entre lo que alcanzaba a distinguir) corría, era perseguida por una chica pelirroja. ¡La iba a matar! Llevaba una espada en su espalda. Mi curiosidad no pudo soportarlo, las seguí, de cualquier forma, si no moría por la nieve, podía pedirle a aquella pelirroja que lo hiciera.
Corrí detrás de ellas. Cuando llegamos a un callejón obscuro, la acorralo. Me oculté detrás de un basurero.
¡Todo era muy fascinante! Parecía como si fuera una película, una de esas en la que la mala, va a asesinar a una inocente y un joven príncipe la rescata. Pero no, yo no era ningún príncipe, ni mucho menos un héroe, solo era otro simple humano, uno que era insignificante para los demás.
Con el pensamiento sombrío que acababa de adornar mi mente, decidí darme la media vuelta, y así, esperar en aquella banca mi destino.
-¡¿Qué fue lo que te hice?!... – la voz era chillona, tal parecía que era la chica rubia – por favor… no… - su voz se apagaba, no soporte nuevamente sus lamentos y volví a espiar desde el mismo basurero en el que estaba antes. Se oía como gemía la pobre chica, pero yo no podía hacer nada, más bien, no quería hacer nada por ella, estaba siendo egoísta, pero no me importó. Seguí mirando, hasta que la pelirroja saco su fina espada y la enterró en el pecho de aquella joven. Quedé impresionado, al principio creí que no lo haría, que solo la asustaría, pero realmente lo había hecho. ¿Cómo debía reaccionar yo, ante una asesina? Me sentía indefenso, incluso, una pizca de miedo comenzaba a punzar en mi mente. Asustado, me di la vuelta y me dispuse a irme, pero, no todo salió como esperaba; tropecé con una bolsa de basura y caí al suelo, quizá mi falta de equilibrio tenía que ver con lo entumido que me encontraba.
-¿Quién está ahí? – y yo, había sido descubierto.
Me paralicé. Ni siquiera me levanté, no, no hice nada más que parpadear, rogar porque no se fijara en mí. Ahora me resultaba contradictorio mi deseo de morir, ahora tenía miedo. Cerré los ojos cuando sentía que la chica se estaba aproximando a mí. La nieve hacía eco, por lo que pude deducir que tenía botas, sonaba diferente a las zapatillas, que es lo que usualmente lleva una mujer, aunque, ¿De qué me servía saber que zapatos usaba aquella noche?
-¿Quién eres?
-Y-yo… - tartamudeé infantilmente, me sentía estúpido, ni siquiera la había mirado, no sabía ni siquiera si era ella. Sentí cabello rozar con mis manos, que estaban frente a mi cara.
-¿Viste lo que acaba de pasar?
-S-sí.
-¿Tienes miedo?
Negué con la cabeza, era absurdo, pues moría del miedo.
-Yo se que lo tienes – dijo – casi todo el mundo me tiene miedo, pero, ¿Por qué te has quedado si me temías? – esa charla llegaba a darme miedo, pero, también notaba en ella… ¿Amabilidad? ¿Cómo era eso posible?
No  supe que responder, pues yo mismo no sabía porque lo había hecho. Eso hacía que me sintiera aun más idiota.
-Me desespera que no me hables – toco mi mejilla, pero  no abrí mis parpados, no quería mirarla. - ¿Tienes a donde ir? – Como no respondí, ella prosiguió - ¿Puedes mirarme?
-¿Para qué? – pregunté.
-Quiero ver tus ojos. – No entendí su petición, pero hice lo que me pidió.
Fue casi espeluznante lo que vi.
Sus ojos negros chocaron inmediatamente con los míos. Era una mujer  realmente hermosa, quizá una chica de 20 años, o más. Tenía en su mirada algo de lo que quizá mi mirada carecía ahora; paz y tranquilidad. Era tan perfecta. Sus ojos en los que rápidamente me perdí. Su piel, tan blanca, casi como la mía, la de ella denotaba mucha más vida que la que tenía yo, sus labios formaban un pequeño corazón en el medio, y eran de un rozado intenso, muy parecido al rojo. Tenía un flequillo que cubría a su totalidad su frente, y su cabello era rojo, muy  parecido al naranja, era liso, ella era bellísima, se podría hacer la comparación con un ángel, como muchas personas lo hacen, pero jamás en mi vida había visto uno antes, así que apegándome a la realidad, la mujer más bella que había visto en mi vida.
-¿Puedo… tocarte? – dije, estaba cegado por su belleza.
-Qué bonitos ojos – me dijo - ¿ah? Bueno, claro.
Extendí mi mano y toqué su mejilla, era muy suave, incluso más que la piel de Jen. Me sentí tan atraído que baje mi mano y toque su cuello, ella se estremeció, quizá por lo fría que se encontraba mi mano en ese momento, me retiré rápidamente de ella y me senté en el piso, ella lo hizo frente a mí.
-¿Eres… real? – era una pregunta boba, pero no podía creer que me había topado con semejante persona, ángel, lo que fuese.
-Claro, lo soy, muy real, así como lo eres tú.
Entonces fue cuando noté su atuendo. Vestía un saco rojo con blanco, tenía muchos adornos, una playera negra debajo de este, y un short muy pequeño de color rojo, y claro, las botas con estoperoles que había deducido con anterioridad. Parecía como si fuera a una fiesta, se veía esplendida, me sorprendía que no tuviera frío. Su cabello, ahora lo podía apreciar en su totalidad, era tan largo, que le llegaba hasta los muslos, pero no por eso, era menos hermoso; volví mi vista a su rostro y noté sus mejillas coloreadas de un adorable tono carmín, me estaba sonriendo.
-¿Tú… - dije; rompiendo la burbuja que ambos habíamos creado, nos habíamos estado mirando alrededor de cinco minutos – vas… a matarme?
-¿Tú qué piensas? – me devolvió la pregunta. Hasta ese momento me di cuenta de lo fina que era su voz, no era grave (tampoco la mía lo era) ni chillona, un punto medio, uno que realmente me gustó.
-No lo sé. – fue mi simple respuesta.
-Estás pálido.
-¿Sí?
-¿Cuánto tiempo llevas en esta tormenta?
-No la suficiente como para haber muerto. – respondí mientras bajaba mi mirada.
-¿Quieres morir?
-Supongo, o quería, bueno, realmente ya no lo sé.
-No te mataré. – Dijo de pronto - ¿Pero me puedes hospedar en tú casa? – pidió amablemente.
-Gracias por no matarme… ¿Supongo? – rió ante mi atontada respuesta. – y sí, supongo ven a mí casa.
Se levantó y me percaté que todo el tiempo llevaba con ella la espada ensangrentada, miré hacia atrás mientras me ponía de pie, y vi el cuerpo sin vida de esa chica. Pero ya no dije nada. Me sentía raro, iba a llevar a un asesino a mi casa, eso no se dice todos los días. Era muy excitante.
-¿Nos vamos? – dijo una vez que acomodó su espada de nuevo en su espalda.
-Sí. – sacudí mi saco y me adelante guiándola. Pronto sentí su mano sujetar la mía, pero no giré para atrás para ver su rostro, solo seguí caminando. Era absurdo que después de todo lo que me había pasado hoy, (apenas navidad, miré mi reloj y eran las 2 de la mañana ¿Cuánto tiempo tarde en llegar a la casa de Jen? ¿Cuánto tiempo discutimos? ¿Cuánto tiempo paso de ese rato a ahora?) Me sintiera tan ligero. Ahora me sentía, calmado, era tonto pues llevaba a una chica de la mano, de la cual desconocía su pasado, porque mataba, y peor aún, iba a armada, yo era muy tonto, e incluso, inocente. No hablamos en todo el tiempo, incluso pareció corto el camino a mi casa.
Abrí mi departamento con algo de temor, mis manos temblaban, noté como mis dedos estaban morados ya no los podía mover bien, estaba rígido. Deje que entrara en mi casa, cerré la puerta y encendí la calefacción. Mi cuerpo se relajo, después de un rato me sentía tibio, también nervioso, cabía la probabilidad de que ella me hubiera mentido y solo quería matarme en mi casa, no, no, debía ser positivo, así que me aleje de esa suposición. Me senté en uno de los tres sofás de adornaban mi casa y ella se sentó  en un sofá justo enfrente del mío.
-Gracias – me dedicó una de las más hermosas sonrisas. ¡Qué maravilloso! Una persona como ella, sonreía para alguien como yo.
-¿Por qué? – pregunté, quería saber la respuesta.
-¿Porqué qué? – se cruzó de piernas.
-¿Por qué la mataste a ella y a mí no?
-Por justicia. Ella mató a la novia de su padre, solo por ella lo amaba a él, no es algo muy justo, vida por vida. – lo dijo tan tranquilamente que sentí temor otra vez. – y a ti no, porque no sé nada de ti, pareces, tímido, inocente, tierno… no creo que seas malo, me fie de ti.
-¿Cómo sabias lo de la chica?
-Investigo casos, soy un detective, con la única diferencia es que disfrutó haciendo justicia por mi propia mano, se que iré al infierno, no tengo ya nada que perder.
Sus respuestas realmente me impresionaban. Creí que respondería “no te importa”, pero me dio algo tan completo, ni siquiera le importa los castigos por ese tipo de crímenes, es temeraria.
-¿Y tú? ¿Por qué me trajiste como si nada a tú casa?
-No lo sé.
-Valla… - nos miramos un momento - ¿Cuál es tú nombre?
-Andrés, mi nombre es Andrés. – contesté presuroso.
-Bueno, Andrés, creo que es descortés que no me invites nada.
-Ah, claro. ¿Quieres chocolate?
-Estaría perfecto.
Me levante del sofá y fui en busca de chocolate caliente. Lo encontré y volví a la sala, pero ya no encontré a nadie. Fui a mi habitación y la encontré desvistiéndose, deje escapar un pequeño gritito y salí corriendo se la habitación. Me sentía apenado, pero pronto salió ella con algo de mi ropa… la cual no me pidió, pero claro,  no era momento de enfadarse por cosas absurdas. Le di la taza con chocolate, y ambos nos metimos a la cama y conversamos. En todo ese rato, pareció que esa chica me hacia olvidar  mis aflicciones, me sentía contento y libre de poder decir lo que yo quisiera, cálido.
-Quiero dormir. – dijo repentinamente en un tono infantil y restregándose los ojos.
-Está bien. – yo no había preguntado nada sobre ella, no tenía idea de su nombre o de su edad. Mientras hablábamos los hacíamos de cosas triviales, aunque pregunto varias cosas sobre mí.
Apagué la lámpara que nos mantenía con luz. Quedamos en la penumbra y me acomodé en mi cama (en ese momento di gracias que fuera matrimonial, porque sino, los dos estando ahí en una individual, creo que me hubiera resultado incomodo).
-Buenas noches. – dije en un tono muy bajo.
-Buenas noches, Andrés. – me dijo ella.
Pronto la escuché respirar profundamente, se había dormido. Y yo la seguí, cerré mis ojos, y dormí, eran las cuatro de la mañana.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Cometario: Este cuento... bueno, en unos ratos de ocio lo escribí, no está completo, creo que es solo la mitad. No pido que lo lean, solo deceaba un lugar dónde publicarlo, y la maestra Cony a accedido a dejarme subirlo. Supongo que si lo leen, (cosa que dudo que pase) no comenten cosas feas(?), se que mi redacción no es muy buena... ni que la trama es la mejor... pero me esfuerzo(?). Ok... también lo subí esperando a que mis otros compañeros subieran su línea del tiempo.
Feliz Miércoles :)

sábado, 29 de enero de 2011

Línea del tiempo :3

Haber... bueno, encontré esta en internet (se nota) y pues fue la más  conviencente, porque contiene absolutamente todas las consolas que han existido. Denle clic a la imagen para ampliarla, está en ingles, pero lo que nos interesa es el nombre :) Así que ahí está :3
Yay!
Cris Out~