jueves, 3 de febrero de 2011

My dear Killer (Segunda parte)

Cuando eran las… no, no me fijé que hora era, solo noté que ya pasaba del medio día, pues el sol tenía esa peculiaridad de dar luz mas fuerte a esa hora. Me revolví entre mis cobijas y me decepcioné. Mi cama estaba totalmente vacía. Hacía frío. ¿Había sido solo un sueño?
Me sentí dolido; pensar que aquella misteriosa mujer había sido solo un sueño, me decepcionaba, y me hacía sentir tonto, porque, después de todo no sabía ni siquiera su nombre. Me levante desanimado, fui al baño y decidí ir por jugo, hoy era navidad, en realidad desde hace horas, también ya tenía la mayoría de edad.
-¡Al fin despertaste! - ¿Ah? Me giré en busca de la voz, y por sorpresa, encontré a la chica haciendo el desayuno, traía simplemente un camisón mío, eso resaltaba su belleza.
-Bueno días… - saludé.
-Son tardes, son las tres de la tarde… dormimos mucho – soltó una pequeña risa, la cual me pareció encantadora. – Come – dijo poniendo la fruta picada enfrente de mí. Me limite a comer, y observar cada uno de sus movimientos; cuando habíamos terminado de comer (hot cakes) decidí preguntarle su nombre.
-¿Enserio deseas saberlo?
-Sí.
-¿Para qué quieres conocerlo?
-Supongo que para llamarte de alguna forma.
-Amanda.
-¿Qué edad tienes? – pregunté sin medir tiempo.
-Diecisiete años.
Era… más joven.

Cada día que pasaba con Amanda era fabuloso. Sabía cómo disfrutar de la vida, sabia como hacer reír a cada momento, simplemente, se podría decir que; iluminó mi corazón.
Más que eso, ahora estaba completamente seguro de algo. Algo que negué por semanas, de hecho lo negué todo el año que había pasado. Pero ya no más. Al día siguiente sería mi cumpleaños numero veintidós, Amanda había cumplido sus dieciocho en abril. Ya no podía evitar mi realidad.
Me había enamorado de un asesino.
Ahora si podía juzgar, la amaba, con locura y desesperación, cosa que jamás había sentido en mi vida, fue un año de experiencias nuevas. Cuando ella se frustraba por no poder hacer más justicia por su mano, la consolaba, la abrazaba hasta que de tanto llorar, se quedaba dormida en mis brazos; cuando sonreía para mí, me sentía completo, me sentía con vida y ánimos para todo lo que sucediera; cuando me abrazaba, sentía que me amaba, quizá estoy loco, pero sentía todo su amor para mí, para nadie más; cuando asesinaba a alguien, corría a mí desesperadamente, y hacia que la cargara hacia mi casa (siempre la acompañaba para cuando haría “justicia”), ella vivía ahora conmigo, yo no tenía ninguna objeción, estaba solo y necesitaba compañía, ella estaba en las miasmas condiciones que yo. Era dulce, tierna y cálida. Incluso llegó a sentirse mal por sus víctimas, cosa que me hacia gracia, pues de cualquier forma terminaba matándolos; yo me había convertido en su cómplice, en ese que sabe todo, pero no dice nada.
Amaba a Amanda tal y como era; me llegué a sentir enfermo por enamorarme de alguien así.
Pero ya no podía hacer nada, yo no le prohibía nada, intente convencerla de que no asesinara más gente, pero no lo logre. Claro, era su vida, y yo tenía la mía, aunque, al fin y al cabo, nos habíamos vuelto los mejores amigos. Amanda me había impulsado, y ahora era un escritor, quizá principiante, pero ya tenía dos libros, los dos eran: “Mis vivencias con Amanda”. Relatando falsos romances entre ella y yo, todas las muertes, cada una de ella, las recuerdo a la perfección, y ahora más que trauma, compartía ese deseo de quitar a las personas malas del mundo, me volvía demente.
Era muy despistada (eso también lo amaba), siempre dejaba todo lleno de sangre, su ropa, el lugar… yo me encargaba de limpiar sus prendas, para que cuando fuera a su trabajo, nadie notara nada. También amaba aquella inteligencia que poseía, nadie puede ser un detective a tan temprana edad… yo la admiraba.
Ese día había amanecido nevado. Abrí mi ventana y el golpe de frío choco en mi cara; Amanda había salido a hacer unas compras muy temprano, me pidió que no la acompañara, se notaba en la calle que estábamos en vísperas de navidad. Afuera se podía apreciar a los niños de la comunidad jugando con bolas de nieve, las casas adornadas, y unos que otros murmullos de villancicos. Sonreí y seguí mirando por la ventana.
-¡Regresé! – escuché que cerraba la puerta, me fui a la recepción, para recibirla, como siempre lo hacía.
-Bienvenida. – sonreí. Siempre sonreía para ella.
-¡Fabuloso! ¡Logré escapar! – suspiró y se dejo caer en la recepción de la puerta.
-¿Otra vez haciéndolo a mis espaldas? – pregunté un poco indignado.
-Yo no diría a tus espaldas, era muy temprano, no quería que te levantaras, además si fui a comprar lo que hacía falta para navidad – me señaló las bolsas que traía en la mano – así que no hice nada malo.
-Pudiste haberme levantado, sabes que me gusta ir.
-¿Por qué?
-Terminas… algo… trastornada…
-Si ya sé. Pero no necesito que me anden cuidando, soy casi mayor de edad.
-Pues ni tanto, pareces una niña, mi niña.
-Supongo que tienes razón…
Ese tipo te comentarios ya ni siquiera nos molestaban, realmente, aunque tanto ella como yo fuéramos un poco posesivos con nosotros mismos, creo que a los dos nos gusta, damos como recibimos mucha atención, casi como hermanos. Hasta ese momento fue cuando noté que estaba llena de sangre.
-¿Fuiste a un súper mercado, así de sucia?
-No, primero fui a comprar y luego regrese a eso…
-¿Quién fue esta vez?
-El presidente… su familia… y unos cuantos guardias…
-¡¿Y cómo porque?! – pregunté alterado, eran muchas personas.
-Se suponía que solamente sería al presidente, pero… toda esa gente se me atravesó, el país necesita un mejor gobernante, el no era apto, había mucha corrupción. – confesó ligeramente.
-Bueno…- no podía discutirle ese tipo de cosas - entonces cámbiate.
Se paró de donde estaba sentada, y camino hacia nuestra habitación, me dejo las bolsas, y… solo había un montón de botana. Nada comestible, aunque no es sorpresa, ella siempre compraba ese tipo de comida, me sorprendía que no engordara, era tan bajita y tan delgada (media 1.56cm y pesaba 45 kilogramos).
¿Cómo se lo diría? “Amanda, me enamoré de ti, se me novia” ¿Algo así? No, no sonaba bien. Ella quizá me miraría extrañada y diría algo como “Yo no te quiero de esa forma, será mejor que me valla” No, tampoco podría decir eso, lleva un año viviendo conmigo, no podría irse así nada más… ¿O sí? Muchas preguntas atravesaban mi mente en ese momento “¿Cómo reaccionará?” “¿Podré besarla?” “¿Querrá besarme?” Lo cierto era que desde hace un año yo no había recibido un beso, y jamás en mis 22 años, había dado un beso pasional, en cierta forma me sentía como un chiquillo sin experiencia; pero, ¿Qué podía saber ella si era más joven que yo? Quizá estábamos en las mismas condiciones.
¡Pero si yo intentaba saber cómo declararle mi amor, no como besarla! Aunque… definitivamente no me disgustaría besarla.
-¿Qué vamos a hacer? – dijo regresando de cambiarse de ropa, se veía hermosa.
-No lo sé, trajiste solo comida chatarra – dije con ironía.
-Bueno, me refiero a que mañana es tú cumpleaños, navidad, y cumplimos un aniversario de amistad. – Por alguna razón la palabra “amistad” me dolió - ¿Tenemos que hacer algo especial no?
-¿Cómo qué? – dije mientras me sentaba en un sofá, ella se sentó a un lado de mí, nos miramos, podía ser el momento oportuno para… concentré mi mente en lo que ella me decía, no en lo que yo estaba pensando.
-Una fiesta, no lo sé.
-Va a nevar, Amanda, además yo no tengo amigos para una fiesta.
-Ni yo… - pareció reflexionarlo y luego me miró. - ¿Y si mejor damos un paseo por la noche? Hasta que sea tú cumpleaños, como hace un año… ¿Lo recuerdas?
-¿Prometes no hacer de las tuyas?
-Lo prometo – levanto su meñique – es una promesa, estaré toda la noche contigo, y dejaré a Susan – su espada, ella era de las que ponía nombres a sus cosas queridas – solo por ti.
Esas palabras resonaron en mi mente “Solo por ti”.
Toda la tarde transcurrió realmente rápido, vimos televisión, y cuando nos cansamos, ya eran las siete de la noche, decidimos entonces, empezar nuestro paseo. Salimos de mi hogar abrigados, la nieve había comenzado a caer desde en la tarde, llevábamos sombrillas.
Caminamos por horas, recorrimos parques, calles vacías, escuchábamos como en las casas estaban cantando, era muy mágico. Sujetaba con fuerza la mano de Amanda, igualmente ella me devolvía el apretón, comencé a analizar varias cosas.
Hace ya un año, perdí a Sam, me entristecí de pensar en ello. También, hace un año Jen me había dejado… lo peor es que en uno de esos días en los que Amanda se me escapaba de la casa y yo la seguía, la asesino, Jen ya estaba muerta. Otra cosa, no tenía familia y siempre por navidad era cuando tenía  más recuerdos del incendio. Hasta que Amanda no me lo dijo, no lo había sabido, ella tenía ocho años, y causó el incendio. Cuando me lo dijo me sentí tan… patético. Vivía con la asesina de mis personas queridas – excepto la muerte de mi gato – y aun así, la amaba con todo mi corazón, era absurdo, me lo repetí varias veces, pero aunque lo intentara no podía “olvidarla” como cuando dicen que “olvidarán” a su pareja y se buscarán otra, no; yo simplemente no podía hacer eso.
Supongo que en ese tipo de casos, aplicaba la frase “Nunca debes amar demasiado”, aunque para mí, ya era muy tarde, Amanda era mi todo, y sabía perfectamente que eso no era correcto, mucho menos, normal.
-Andrés. – Dijo de pronto, la miré y me sonrió – mira – señalo hacia la izquierda y entendí lo que quería decir. Era el callejón en donde la conocí.
-¿Lo recuerdas no?
-Por supuesto, fue el momento en que cambio mi vida.
-¿Sí?
-Sí. – Nos acercamos, me gustaba oír el crujir de la nieve debajo de mis botas – ahora llevo una vida mejor.
Ya. Era el momento preciso para decírselo. Tomaría las consecuencias como fuese, se lo iba a decir ya.
-Andrés…
-Amanda… - hablamos al mismo tiempo y nos sonreímos – tú primero. – ella tomó aire, y habló.
-Te amo. – Sus mejillas se colorearon de un rosa pálido – creo que es el momento oportuno para decírtelo.  – no dije nada, no me moví, no respire, no sonreí, no… no hice nada. – quita esa cara, ¿Tan impresionante es que me enamore de ti? - ¿Qué cara?, sonreí como pude, quizá hasta tontamente se vio, y bese sus manos.
-Hasta para esto estamos coordinados – pronuncié – iba a decirte exactamente lo mismo. Pero como te he contado, a veces no se me da… decirlo.
-Lo sé. – se apegó a mí, pasó sus brazos por mi cuello y dejo caer su sombrilla, ahora solo nos cubría el mío. – Pero ahora no quiero tus palabras, quiero tú amor, que es más importante. Se cuanto me amas, me doy cuenta.
Si se notaba en mí, en ella no, o quizá yo soy muy despistado. Ya no importaba, era mágicamente perfecto, otra vez, como en una película romántica.
Entonces unió sus labios con los míos.
Me sentía feliz… estaba conociendo lo que era la felicidad con otra persona, me sentía genial. Y de una o de otra forma, esto terminaría en un libro, como todo lo que hago con ella.
Se separó de mí y me miró. Fueron varios minutos.
Luego, sin decir nada, regresamos a casa. En absoluto silencio nos metimos a la cama.
Y en un breve momento, le escuché susurrar “Te amo Andrés, feliz navidad y cumpleaños”.
Yo era muy feliz. La abrasé y nos quedamos dormidos.
“El amor nunca es lo más hermoso y grato, pero una vez que se obtiene, ya no se pierde”
FIN
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Y ese sería el glorioso final(?) jiji :)

3 comentarios:

  1. muy bien, de nuevo no lo leo, xD, luego

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  2. Me encantó esta an bonita la historia aunque pienso y digo que seria mejor que subieras de AMOR YAOI eso tambn es lindo aunque esto tambien.

    Me gustro mucho buen trabajo.

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