martes, 1 de febrero de 2011

My dear Killer :)

My Dear Killer
-¿Y crees que realmente a mi me importa no? – me respondió ofendida.
-Se supone, - comencé – eres mi pareja, tienes que preocuparte ¿No crees?
-¿Sí? ¿Y desde cuando lo somos?
-¿Qué? – sus palabras comenzaban a confundirme.
-Me refiero a que desde cuando me tratas como una pareja, jamás lo haces, Andrés.
-¡Si lo hago!
-¿Cuándo? – se paró de la mecedora en la estaba sentada, retrocedí unos cuantos pasos. – Siempre, me evitas, no me dices te quiero, ¡No me das muestras de amor!
-¿Cómo quieres que te las de? – Respondí un poco enfadado – te dije, yo no soy de los chicos que se la pasan diciendo todo el día “Te amo”, te lo advertí Jennifer, y tú aceptaste, sabiendo cómo era yo, no tienes porque recriminármelo ahora.
-Si tengo porque – se acercó hasta que quedamos frente a frente,  en esos sus ojos azules, esos que tanto me gustaban desde que la conocí, podía ver toda la ira, me dolía rotundamente que la persona a la que más quería estuviera diciéndome todas esas cosas. – Dijiste “Voy a cambiar”, y para mí, no lo has hecho.
-No se puede cambiar rápidamente.
-Por favor, llevamos intentándolo seis meses, debiste progresar un poco.
-Lo siento – agache mi mirada, me sentía mal, ella tenía toda la razón. No podía negarlo.
-¿Sabes qué? Lárgate de mi casa, desaparece, no quiero volver a verte. No me importa que esté nevando afuera, solo… lárgate, jamás regreses.
Aquellas palabas que me había dedicado mi novia, me habían dolido, aunque, ahora debía decir ex novia. Sin más defensas a mi favor, salí de su cómodo hogar a la nieve.
Era increíble como había acabado tal situación. Todo había sido un completo desastre. Ese día era navidad, había ido caminado por las calles y me había enterado de algo realmente doloroso, o al menos para mí sí lo era, mi gato “Sam”, había muerto esa mañana, me causaba aun más tristeza porque era navidad, peor aún, toda mi familia murió hace 8 años en un incendio y él, era lo único que me quedaba. Pero todo me ha resultado al revés.  Yo solo buscaba un consuelo en Jen, pero ha terminado botándome.
Caminé por la calle de la casa de Jennifer, miré atrás y di vuelta hacia la izquierda, iría a mi casa.  ¿A dónde más si no era ahí?
Me daba cuenta de lo acontecido. Mi falta de expresión para el amor me era un problema, siempre lo había sido, nunca había sido capaz de decir un “Te amo” o un “Te quiero”. Extrañamente, siempre que tenía una pareja sucedía exactamente lo mismo. Jamás podía decirle lo importante que era para mí, y siempre me dejaban, era muy triste. Me sentía muy rechazado, y claro, el comentario de las vecinas que había tenido que soportar no era nada… animoso. Siempre mascullaban cosas como “Andrés es tan guapo, lástima que es tan serio” “Jamás se conseguirá un novia” “Las ha tenido, pero no las ha cuidado” o la más trágica, o al menos para mí “Jamás encontrar a alguien que lo quiera de la forma en la que es”. Y quizá era cierto. Y no era de esos muchachos que a sus 21 años andan desesperados por casarse (acababa de cumplir mis 21, exactamente ese día), no, pero lo que si deseaba era poder enamorarme aunque fuera una vez. Nunca me había gustado mentir, pero todas mis parejas anteriores, solo… me gustaban, atraían, todo, menos amor verdadero. Pero siento sinceros, ¿Cómo podía opinar yo, en ese entonces, lo que era el amor verdadero? Un joven sin experiencia, sin un amor nunca antes vivido, es claro que no puede aclarar eso. El punto era que jamás había sentido mucho cariño por mis parejas, tanto así que las trataba como amigas, nada más.
Eso, al parecer las irritaba, y ahora me arrepiento.
Soy… una persona seria, que casi no le gusta expresar lo que siente, ¿Por qué? La solución es simple. Soy temeroso a que digan algo como “Que bobo”, e incluso eso ya casi no importaba, el problema, es que cuando lo decía, mi mente lo decía “Qué estúpido”. Así que yo mismo me contradecía. Soy de una estatura media, mido 1.68, ni muy alto ni muy bajo, el 25 de diciembre es mi cumpleaños, en esa ocasión, alcanzaba mi mayoría de edad. Mi cabello era rubio, pero ese día, como “símbolo de madurez”, me lo había teñido de color negro, todos decían “se ve bien, resalta tus ojos esmeralda” debo admitir que sus comentarios me subieron un poco el ego. Vivía solo en un departamento de mi ciudad natal, estaba lejos de la casa de Jen, pero en esos días festivos nunca hay transporte público, o al menos no aquí. De esta forma me hallaba yo caminando hacia mi casa entre la tormenta de nieve.
Me sentía terriblemente mal. De lo que se dice demasiado mal. Quizá la referencia, muerto, o zombie, igualaban el estado de ánimo que tenía en ese momento. Ese día mi corazón se hizo añicos. Mi único acompañante murió y la persona “especial” que tenía, me había dejado. Cuando me lo repetía y lo analizaba en mi mente, sonaba demasiado cruel, tanto que no pude evitar que mi llanto comenzara. Nunca había sido una persona fuerte, era un chico con una estabilidad mental realmente mala, así como un día me podían tener alegre, luego podía estar como ahora. Pero, mi mente decía una y otra vez en cada cambio de humor “Se tiene que ser cortés, aunque no te sientas bien”. Y así era, aunque me sintiera muy deprimido, jamás mostraba mala cara, ni una llorosa, ni una enojada. La misma cara neutral siempre. Nadie me había visto llorar desde que tenía doce años.
El frío comenzaba a entumirme, mi cara me dolía, y mi llanto no paraba. Era un desastre. Pareciera que el universo estaba en mí contra ese cumpleaños mío. Mi abrigo negro y mis pantalones térmicos, no estaban sirviendo de nada, me sentía como su fuese desnudo.
Escuchaba mi corazón latir, en ese momento rogaba porque se detuviera, ya no quería pertenecer a el mundo al que jamás me había adaptado, era un momento en que todo lo que me había guardado salía en ese momento, recordaba cuando mis padres gritaban mi nombre en el momento del incendio, o cuando vi esta mañana a Sam muerto, como me grito mi ex novia, o cuando dijeron que jamás llegaría a ser escritor porque no tenía talento. Cosas que habían destrozado muchos sueños y esperanzas que yo albergaba para cuando fuera más grande. Y ahora lo era ¿Y que había hecho de todo? Nada, solo arruinarlo más. Daba igual si moría o no. No tenia familia, así que no tendría a nadie que preocupar, mi novia me había dejado, así que no me preocuparía por dejarla sola, y tampoco podía preocuparme por ya no poder alimentar a Sam, así que, ahora sí, si quería morir, en cualquier momento estaba bien. Me había cansado de caminar, y el razonamiento que había tenido, me ilumino. Vi un parque cercano y me fui a sentar a una banca. Observé nevar un buen rato. ¿Por qué no moría? Me desesperaba no poder perder conciencia rápidamente.
-¡No! ¡Por favor no! – una chica rubia, realmente bonita (entre lo que alcanzaba a distinguir) corría, era perseguida por una chica pelirroja. ¡La iba a matar! Llevaba una espada en su espalda. Mi curiosidad no pudo soportarlo, las seguí, de cualquier forma, si no moría por la nieve, podía pedirle a aquella pelirroja que lo hiciera.
Corrí detrás de ellas. Cuando llegamos a un callejón obscuro, la acorralo. Me oculté detrás de un basurero.
¡Todo era muy fascinante! Parecía como si fuera una película, una de esas en la que la mala, va a asesinar a una inocente y un joven príncipe la rescata. Pero no, yo no era ningún príncipe, ni mucho menos un héroe, solo era otro simple humano, uno que era insignificante para los demás.
Con el pensamiento sombrío que acababa de adornar mi mente, decidí darme la media vuelta, y así, esperar en aquella banca mi destino.
-¡¿Qué fue lo que te hice?!... – la voz era chillona, tal parecía que era la chica rubia – por favor… no… - su voz se apagaba, no soporte nuevamente sus lamentos y volví a espiar desde el mismo basurero en el que estaba antes. Se oía como gemía la pobre chica, pero yo no podía hacer nada, más bien, no quería hacer nada por ella, estaba siendo egoísta, pero no me importó. Seguí mirando, hasta que la pelirroja saco su fina espada y la enterró en el pecho de aquella joven. Quedé impresionado, al principio creí que no lo haría, que solo la asustaría, pero realmente lo había hecho. ¿Cómo debía reaccionar yo, ante una asesina? Me sentía indefenso, incluso, una pizca de miedo comenzaba a punzar en mi mente. Asustado, me di la vuelta y me dispuse a irme, pero, no todo salió como esperaba; tropecé con una bolsa de basura y caí al suelo, quizá mi falta de equilibrio tenía que ver con lo entumido que me encontraba.
-¿Quién está ahí? – y yo, había sido descubierto.
Me paralicé. Ni siquiera me levanté, no, no hice nada más que parpadear, rogar porque no se fijara en mí. Ahora me resultaba contradictorio mi deseo de morir, ahora tenía miedo. Cerré los ojos cuando sentía que la chica se estaba aproximando a mí. La nieve hacía eco, por lo que pude deducir que tenía botas, sonaba diferente a las zapatillas, que es lo que usualmente lleva una mujer, aunque, ¿De qué me servía saber que zapatos usaba aquella noche?
-¿Quién eres?
-Y-yo… - tartamudeé infantilmente, me sentía estúpido, ni siquiera la había mirado, no sabía ni siquiera si era ella. Sentí cabello rozar con mis manos, que estaban frente a mi cara.
-¿Viste lo que acaba de pasar?
-S-sí.
-¿Tienes miedo?
Negué con la cabeza, era absurdo, pues moría del miedo.
-Yo se que lo tienes – dijo – casi todo el mundo me tiene miedo, pero, ¿Por qué te has quedado si me temías? – esa charla llegaba a darme miedo, pero, también notaba en ella… ¿Amabilidad? ¿Cómo era eso posible?
No  supe que responder, pues yo mismo no sabía porque lo había hecho. Eso hacía que me sintiera aun más idiota.
-Me desespera que no me hables – toco mi mejilla, pero  no abrí mis parpados, no quería mirarla. - ¿Tienes a donde ir? – Como no respondí, ella prosiguió - ¿Puedes mirarme?
-¿Para qué? – pregunté.
-Quiero ver tus ojos. – No entendí su petición, pero hice lo que me pidió.
Fue casi espeluznante lo que vi.
Sus ojos negros chocaron inmediatamente con los míos. Era una mujer  realmente hermosa, quizá una chica de 20 años, o más. Tenía en su mirada algo de lo que quizá mi mirada carecía ahora; paz y tranquilidad. Era tan perfecta. Sus ojos en los que rápidamente me perdí. Su piel, tan blanca, casi como la mía, la de ella denotaba mucha más vida que la que tenía yo, sus labios formaban un pequeño corazón en el medio, y eran de un rozado intenso, muy parecido al rojo. Tenía un flequillo que cubría a su totalidad su frente, y su cabello era rojo, muy  parecido al naranja, era liso, ella era bellísima, se podría hacer la comparación con un ángel, como muchas personas lo hacen, pero jamás en mi vida había visto uno antes, así que apegándome a la realidad, la mujer más bella que había visto en mi vida.
-¿Puedo… tocarte? – dije, estaba cegado por su belleza.
-Qué bonitos ojos – me dijo - ¿ah? Bueno, claro.
Extendí mi mano y toqué su mejilla, era muy suave, incluso más que la piel de Jen. Me sentí tan atraído que baje mi mano y toque su cuello, ella se estremeció, quizá por lo fría que se encontraba mi mano en ese momento, me retiré rápidamente de ella y me senté en el piso, ella lo hizo frente a mí.
-¿Eres… real? – era una pregunta boba, pero no podía creer que me había topado con semejante persona, ángel, lo que fuese.
-Claro, lo soy, muy real, así como lo eres tú.
Entonces fue cuando noté su atuendo. Vestía un saco rojo con blanco, tenía muchos adornos, una playera negra debajo de este, y un short muy pequeño de color rojo, y claro, las botas con estoperoles que había deducido con anterioridad. Parecía como si fuera a una fiesta, se veía esplendida, me sorprendía que no tuviera frío. Su cabello, ahora lo podía apreciar en su totalidad, era tan largo, que le llegaba hasta los muslos, pero no por eso, era menos hermoso; volví mi vista a su rostro y noté sus mejillas coloreadas de un adorable tono carmín, me estaba sonriendo.
-¿Tú… - dije; rompiendo la burbuja que ambos habíamos creado, nos habíamos estado mirando alrededor de cinco minutos – vas… a matarme?
-¿Tú qué piensas? – me devolvió la pregunta. Hasta ese momento me di cuenta de lo fina que era su voz, no era grave (tampoco la mía lo era) ni chillona, un punto medio, uno que realmente me gustó.
-No lo sé. – fue mi simple respuesta.
-Estás pálido.
-¿Sí?
-¿Cuánto tiempo llevas en esta tormenta?
-No la suficiente como para haber muerto. – respondí mientras bajaba mi mirada.
-¿Quieres morir?
-Supongo, o quería, bueno, realmente ya no lo sé.
-No te mataré. – Dijo de pronto - ¿Pero me puedes hospedar en tú casa? – pidió amablemente.
-Gracias por no matarme… ¿Supongo? – rió ante mi atontada respuesta. – y sí, supongo ven a mí casa.
Se levantó y me percaté que todo el tiempo llevaba con ella la espada ensangrentada, miré hacia atrás mientras me ponía de pie, y vi el cuerpo sin vida de esa chica. Pero ya no dije nada. Me sentía raro, iba a llevar a un asesino a mi casa, eso no se dice todos los días. Era muy excitante.
-¿Nos vamos? – dijo una vez que acomodó su espada de nuevo en su espalda.
-Sí. – sacudí mi saco y me adelante guiándola. Pronto sentí su mano sujetar la mía, pero no giré para atrás para ver su rostro, solo seguí caminando. Era absurdo que después de todo lo que me había pasado hoy, (apenas navidad, miré mi reloj y eran las 2 de la mañana ¿Cuánto tiempo tarde en llegar a la casa de Jen? ¿Cuánto tiempo discutimos? ¿Cuánto tiempo paso de ese rato a ahora?) Me sintiera tan ligero. Ahora me sentía, calmado, era tonto pues llevaba a una chica de la mano, de la cual desconocía su pasado, porque mataba, y peor aún, iba a armada, yo era muy tonto, e incluso, inocente. No hablamos en todo el tiempo, incluso pareció corto el camino a mi casa.
Abrí mi departamento con algo de temor, mis manos temblaban, noté como mis dedos estaban morados ya no los podía mover bien, estaba rígido. Deje que entrara en mi casa, cerré la puerta y encendí la calefacción. Mi cuerpo se relajo, después de un rato me sentía tibio, también nervioso, cabía la probabilidad de que ella me hubiera mentido y solo quería matarme en mi casa, no, no, debía ser positivo, así que me aleje de esa suposición. Me senté en uno de los tres sofás de adornaban mi casa y ella se sentó  en un sofá justo enfrente del mío.
-Gracias – me dedicó una de las más hermosas sonrisas. ¡Qué maravilloso! Una persona como ella, sonreía para alguien como yo.
-¿Por qué? – pregunté, quería saber la respuesta.
-¿Porqué qué? – se cruzó de piernas.
-¿Por qué la mataste a ella y a mí no?
-Por justicia. Ella mató a la novia de su padre, solo por ella lo amaba a él, no es algo muy justo, vida por vida. – lo dijo tan tranquilamente que sentí temor otra vez. – y a ti no, porque no sé nada de ti, pareces, tímido, inocente, tierno… no creo que seas malo, me fie de ti.
-¿Cómo sabias lo de la chica?
-Investigo casos, soy un detective, con la única diferencia es que disfrutó haciendo justicia por mi propia mano, se que iré al infierno, no tengo ya nada que perder.
Sus respuestas realmente me impresionaban. Creí que respondería “no te importa”, pero me dio algo tan completo, ni siquiera le importa los castigos por ese tipo de crímenes, es temeraria.
-¿Y tú? ¿Por qué me trajiste como si nada a tú casa?
-No lo sé.
-Valla… - nos miramos un momento - ¿Cuál es tú nombre?
-Andrés, mi nombre es Andrés. – contesté presuroso.
-Bueno, Andrés, creo que es descortés que no me invites nada.
-Ah, claro. ¿Quieres chocolate?
-Estaría perfecto.
Me levante del sofá y fui en busca de chocolate caliente. Lo encontré y volví a la sala, pero ya no encontré a nadie. Fui a mi habitación y la encontré desvistiéndose, deje escapar un pequeño gritito y salí corriendo se la habitación. Me sentía apenado, pero pronto salió ella con algo de mi ropa… la cual no me pidió, pero claro,  no era momento de enfadarse por cosas absurdas. Le di la taza con chocolate, y ambos nos metimos a la cama y conversamos. En todo ese rato, pareció que esa chica me hacia olvidar  mis aflicciones, me sentía contento y libre de poder decir lo que yo quisiera, cálido.
-Quiero dormir. – dijo repentinamente en un tono infantil y restregándose los ojos.
-Está bien. – yo no había preguntado nada sobre ella, no tenía idea de su nombre o de su edad. Mientras hablábamos los hacíamos de cosas triviales, aunque pregunto varias cosas sobre mí.
Apagué la lámpara que nos mantenía con luz. Quedamos en la penumbra y me acomodé en mi cama (en ese momento di gracias que fuera matrimonial, porque sino, los dos estando ahí en una individual, creo que me hubiera resultado incomodo).
-Buenas noches. – dije en un tono muy bajo.
-Buenas noches, Andrés. – me dijo ella.
Pronto la escuché respirar profundamente, se había dormido. Y yo la seguí, cerré mis ojos, y dormí, eran las cuatro de la mañana.
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Cometario: Este cuento... bueno, en unos ratos de ocio lo escribí, no está completo, creo que es solo la mitad. No pido que lo lean, solo deceaba un lugar dónde publicarlo, y la maestra Cony a accedido a dejarme subirlo. Supongo que si lo leen, (cosa que dudo que pase) no comenten cosas feas(?), se que mi redacción no es muy buena... ni que la trama es la mejor... pero me esfuerzo(?). Ok... también lo subí esperando a que mis otros compañeros subieran su línea del tiempo.
Feliz Miércoles :)

6 comentarios:

  1. se q me va a gustar, pero otro dia lo voi a leer , solo recuerdame,


    me gusta_____



    xD

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  2. ahorita no la puedo leer pero lo hare en mi casa ok?

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  3. igual ke pablo ahorita no puedo leerla pero despues me dare un tiempo, se ve interesante...

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  4. yo ya lo leí y en realidad tiene el sello que te caracteriza, muchas interrogantes y al final la solución adecuada...... la cama matrimonial

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  5. Oh que bien maestra!! Subiré la parte que sigue :)

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